«Paladín», «hombre de pro», esto es el íntegro, leal, virtuoso y noble, «de ley» (del latín probus) y también el bravo y denodado, en una sociedad de esencia aristocrático-teocrática como es la medieval, con una división y compartimentado tan rigurosos y rígidos en sólo tres clases, de las cuales queda exenta la burguesía por llegar tarde y no tener ya cabida en el reparto; «de pro» puede serlo tanto el guerrero batallador como el hombre de religión, tanto el que toma una fortaleza al enemigo y al infiel como, por ejemplo, el santo ermitaño que ora y hace ayuno riguroso y orienta las almas de sus semejantes.